Hay numerosas personas de buenos principios morales y favorables a la familia pero que tienen una forma de ser exageradamente sentimental. Por ejemplo, delante de la difícil situación de un matrimonio amigo, ellos juzgarán sobrehumano, por no decir inhumano, exigir del cónyuge inocente e infeliz que recuse la posibilidad del otro "rehacer la vida". De boca para fuera, continuarán lamentando el gesto. Pero cuando se coloca ante ellos el problema de la tolerancia, tendrán toda una "infraestructura" interior hecha para justificar las condescendencias más extremas y aberrantes.