El Cristianismo elevó la familia a un ideal altísimo

Los pueblos primitivos tuvieron de una forma u otra el sentido de familia, pero fue el cristianismo que purificó las costumbres de todos. Elevó a la mujer al rango de compañera del marido. Atemperó la potestad paterna convirtiendo la tiranía egoísta en deber sagrado. Procuró la moralidad con los impedimentos y la indisolubilidad del matrimonio. Desterró la poligamia e imbuyó la vida familiar de un sentido religioso. En suma, transformó la familia en lo que debe ser por naturaleza[1].

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