Bien comprendemos que se trata de una labor hercúlea y que sólo con medios humanos ella no será llevada a la victoria. Sería una falta de realismo y hasta una deslealtad hacia nuestros asociados y lectores proponer una solución exclusivamente natural, sabiendo que es insuficiente.

Pero no basta una corriente de opinión que se proponga llevar al triunfo este modelo de familia; no basta que las leyes y las instituciones se adecuen a él. Este modelo nunca tendrá plena vigencia ni desarrollará sus frutos, si no se establece una verdadera cultura y civilización cristiana en medio de las cuales florezca la auténtica familia. No prospera un árbol plantado en medio del desierto, por más frondoso y fructífero que sea.

Para llevar a cabo esa constante y enérgica acción en pro de la familia y la vida de la que hablamos en el punto anterior, es necesario formar una gran corriente de opinión que tenga claros los peligros, sólidos los principios y perfectamente conocidos los métodos y las tácticas de los lobbys antifamilia.

Para que los electores tengan una opinión formada sobre los temas más importantes del quehacer nacional, era necesaria una preparación de la opinión pública a largo plazo.

Actualmente, como dijimos, el elector medio no conoce la opinión de sus candidatos o representantes  sobre estas importantísimas cuestiones que definirán el perfil de la sociedad española del siglo XXI.