Los diputados son elegidos de acuerdo al número de votos que personalmente reciben y no según el lugar en la lista que les adjudica la dirección partidaria. Esto les obliga a ser representantes de sus electores y no de sus dirigentes.
Así, fue posible que diputados de todos los partidos, inclusive socialistas, pudiesen, sin temor, oponerse a legislar a favor del aborto y derrotar esta lacra social mayoritaria y justamente rechazada por la inmensa mayoría de la población.