Por el contrario, escuelas y colegios tienen obligación de, en vez de educación sexual, ofrecer una educación y una formación  para la castidad. Es su función dar una educación moral recta, profunda y completa a la altura de los desafíos que la situación de hoy impone y que el presente estudio muestra.

Quien habla de formación moral, habla de educación religiosa. Porque una moral que no se fundamenta en la Religión es completamente insuficiente y vacía. Como dijimos, es la Iglesia infalible quien interpreta la Ley natural y la Ley divina. Los hombres, sin esa infalibilidad dejada bondadosamente por Nuestro Señor Jesucristo a su Esposa Mística, y demostrada en 2000 años de historia, no tienen rumbo definido para su comportamiento. Cambian de ética al sabor de los vientos y de los caprichos.

¿Cómo pensar, por ejemplo, que sin basarse en las leyes natural y divina, el Estado u organismos internacionales laicos, definan  las pautas morales que debemos seguir para conducir nuestra existencia? ¿Con qué fundamento y con qué autoridad?

El pueblo español, a pesar --o quizás, por causa-- de la crisis moral por la cual atraviesa, sabe sin duda discernir bien esta necesidad. Y en medio de la secularización, paganización y ateísmo práctico reinante, desea, por abrumadora mayoría (82 por ciento, según el Centro de Investigaciones Sociológicas), que se suministren clases de la religión católica, inclusive en los centros públicos[1]. Ver al respecto la sección Educación religiosa.

 

 

[1] Cf. Alfa y Omega, 9-5-2002.

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