La práctica de la llamada reproducción asistida comprende dos tipos de técnicas y terapias artificiales:

A. Unas, lícitas, como las que favorecen la procreación, "destinadas únicamente sea a facilitar el acto natural, sea a hacer llegar a su fin el acto natural normalmente llevado a cabo"[1].

B. Otras, realizadas por medio de actos contra la naturaleza, fuera de la unión conyugal, que no pueden jamás ser procuradas[2].

Entre esas están "toda especie de inseminación artificial"[3] y la fecundación  in vitro humanas. Calificadas como "inmorales y absolutamente ilícitas" por la Iglesia[4].

"La inseminación artificial sustitutiva del acto conyugal se rechaza en razón de la disociación voluntariamente causada entre los dos significados del acto conyugal", nos explica la trascendental Instrucción Donnum Vitae, de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, Instrucción que hace parte del magisterio del Papa Juan Pablo II[5].

Respecto de la fecundación "in vitro", a la razón de rechazo del caso anterior, se suma el agravante de que habitualmente se congelan[6], se usan para experimentos o se eliminan los "embriones sobrantes", lo que atenta contra el derecho a la dignidad y la vida de esos seres humanos.

Las fecundaciones artificiales heterólogas, es decir, con células germinales provenientes de personas que no sean legítimos esposos, acumulan además las consecuencias nefastas para el hijo, de nacer fuera del único lugar digno de una procreación responsable, cual es el matrimonio indisoluble[7].

Hay aún intentos y proyectos de maternidad "sustitutiva" (madres de alquiler), de fecundación entre gametos humanos y animales, la gestación de embriones humanos en útero de animales y el plan de construcción de úteros artificiales para desarrollar el embrión humano. "Estos procedimientos, nos dice la misma Instrucción Donnum Vitae, son contrarios a la dignidad del ser humano propia del embrión y, al mismo tiempo, lesionan el derecho de la persona a ser concebida y nacer en el matrimonio y del matrimonio.

"También los intentos y las hipótesis de obtener un ser humano sin conexión alguna con la sexualidad mediante ´fisión gemelar´, clonación, partenogénesis, deben ser considerados contrarios a la moral en cuanto están en contraste con la dignidad tanto de la procreación humana cuanto de la unión conyugal"[8]. Es la tétrica  posibilidad de aparecer los llamados "hijos sin padre", no tan lejana como puede creerse, una vez que investigadores australianos dicen haber experimentado con éxito en cobayas, una técnica que permitiría fertilizar óvulos femeninos con cualquier célula del cuerpo y no necesariamente del semen. Así, dos mujeres, o incluso sólo una, sin aportación masculina, podrían generar hijos[9].

 

 

[1] Pío XII, Alocución Votre présence, 29-9-1949, núm. 18.

[2] Cf. Pío XII, Alocución Votre présence, 29-9-1949, núm. 17.

[3] Pío XII, Alocución Le VII Congrés, 12–9-1958, núm. 6.

[4] Pío XII, Discurso Vous Nous avez exprimé, 19-5-1956, núm. 11.

[5] 22-2-1987, núm. 6.

[6] La congelación de embriones "constituye una ofensa al respeto debido a los seres humanos, por cuanto les expone a graves peligros de muerte o de daño a la integridad física, les priva al menos temporalmente de la acogida y de la gestación materna, y les pone en una situación susceptible de nuevas lesiones y manipulaciones". Donnum Vitae, 22-2-1987, núm. 12.

[7] Cf. Donnum Vitae, 22-2-1987, núm. 14.

[8] 22-2-1987, núm. 12.

[9] Cf. Zenit, 18-7-2001.

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