Por tanto --continua Juan Pablo II-- su ausencia tiene consecuencias devastadoras, que se propagan en el cuerpo social como una plaga --según el término utilizado por el Concilio Vaticano II para describir el divorcio (cf. Gaudium et spes, n. 47)-- e influyen negativamente sobre las nuevas generaciones a las que se ofusca la belleza del auténtico matrimonio"[1].

 

 

[1] Discurso a los jueces y abogados del Tribunal de la Rota Romana, núm. 8, 28-1-2002.

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