¿Consumir drogas? ¿Aceptar el poder hipnótico de un conjunto musical? ¿Frecuentar gente sucia y mal educada? ¿Vagar sin rumbo? ¿Gustar de oír música electrónica ensordecedora durante once horas seguidas?

Muchas personas "tolerantes" y "generosas" sonríen: "¿por qué coartar a la juventud en los caprichos que le son propios? A los viejos tabúes de otrora les faltaba generosidad. Ellos prohibían, vetaban, comprimían. Por lo tanto, acomplejaban. La bondad consiste en tolerar, en permitir, en concordar. ¡Vivan, pues, los  bandos alegres que se dirigen al "botellón" o, en nuestro caso, a celebrar el V aniversario del programa "Mundo Evassion", del Canal Sur, la noche de sábado 2 de marzo de 2002!

"Con el tiempo volverán estos jóvenes, espontáneamente, al buen sentido...",  piensan los que crean un ambiente cómodo para la expansión de estas "evasiones".

Alguien fuera de la onda objeta un poco avergonzado: "¿qué podrá salir de la promiscuidad sexual en estas fiestas?"

- ¿Para qué mirar tan de cerca esas cosas? Responde con una sonrisa maliciosa una alma "generosa". Saldrá el amor, el placer. Dejen a los jóvenes que se diviertan. Es la edad de ellos. ¿Hijos? No hay que temer, pues ahí está la píldora... ¿Qué importa? Estamos en la sociedad permisiva, en que por largueza de ideas todo se acepta y tiene éxito. Si a ellos les va bien, ¡dejémoslos!

*          *           *

Pero la voluntad de sensaciones fuertes de la música electrónica lleva a que en estos "conciertos" los jóvenes sean seducidos por el comercio de la droga y del alcohol. Dentro y fuera del Palacio de los Deportes circulan con total impunidad las pastillas de éxtasis y las bebidas en esa noche de sábado.

Iván García, de 19 años, viajó de Huelva con un grupo de amigos para asistir al concierto. A las dos de la madrugada comenzó a sentirse mal y cayó desmayado. Arritmia cardíaca, más de 200 pulsaciones por minuto, fuertes convulsiones y al poco tiempo de sufrir horrorosos dolores, fallece. Su padre atestigua: "El interior de mi hijo se encontraba totalmente destrozado", sin entender como, en pocas horas, pudo llegar a eso.

Joaquín Barragén, de 20 años, fue llevado al Hospital Clínico en estado crítico.  Antonio, su padre, después de que los médicos lucharon sin éxito durante  20 horas por salvarlo, declaró a Onda Cero, que su hijo "tenía un veneno que no saben lo que es. Se ha tomado una pastilla que le ha reventado todos los órganos, hígado, riñón, cerebro... Todo".

Otra niña de 12 años y un joven fueron llevados al mismo Hospital en estado grave.

Por su parte, la Cruz Roja tuvo que atender a más de una veintena de jóvenes de 15 a 25 años.

Además, el recinto donde se celebró el concierto sufrió una serie de destrozos en las instalaciones, que obligaron a la Policía a intervenir. Seis agentes fueron atendidos tras ser rociados con aerosoles por jóvenes. Aún así la fiesta continuó hasta las siete y media de la mañana[1].

En la última década, el éxtasis ha matado de esta forma a 140 personas en España[2].

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Son estos pobres jóvenes, sin duda, culpables. ¿Pero son ellos los más culpables? No y mil veces no.

Si hubiesen encontrado en torno suyo una opinión pública firme y unánime que les inculcase el respeto religioso a la ley moral, a las conveniencias, a las buenas maneras, al aseo, al buen gusto musical, probablemente, luego tras los primeros pasos, habrían parado o retrocedido. Pero ellos encontraron en su camino la complicidad tonta o demagógica, de los "tolerantes" y "generosos". Se sintieron impunes y "comprendidos" y, a veces, estimulados. Se trata de una "generosidad" que no cuesta nada, fácil, porque rema sólo a favor de la corriente.

 

 

[1] Cf. El País, 4-3-2002, ABC, 5, 6 y 7-3-2002, El Mundo, 6-3-2002.

[2] Según el Instituto Nacional de Toxicología. Cf. La Razón, 12-7-2002.

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