"Esta Congregación conoce las discusiones sobre el inicio de la vida del hombre, sobre la individualidad del ser humano y sobre la identidad de la persona. A este propósito recuerda las enseñanzas contenidas en la Declaración sobre el aborto procurado:

´Desde el momento en que el óvulo es fecundado, se inaugura una nueva vida que no es la del padre ni la de la madre, sino la de un nuevo ser humano que se desarrolla por sí mismo[1]. Jamás llegará a ser humano si no lo ha sido desde entonces. A esta evidencia de siempre [...] la genética moderna otorga una preciosa confirmación. Muestra que, desde el primer instante se encuentra fijado el programa de lo que será ese ser viviente: un hombre, este hombre individual con sus características ya bien determinadas. Con la fecundación se inicia la aventura de una vida humana, cuyas principales capacidades requieren un tiempo para desarrollarse y poder actuar´[2]. Esta doctrina sigue siendo válida y es confirmada, en el caso de que fuese necesario, por los recientes avances de la biología humana, la cual reconoce que en el cigoto[3] resultante de la fecundación, está ya constituida la identidad biológica de un nuevo individuo humano [...].

Por tanto, el fruto de la generación humana desde el primer momento de su existencia, es decir, desde la constitución del cigoto, exige el respeto incondicionado que es moralmente debido al ser humano en su totalidad corporal y espiritual. El ser humano debe ser respetado y tratado como persona desde el instante de su concepción y, por eso, a partir de ese mismo momento se le deben reconocer los derechos de la persona, principalmente el derecho inviolable de todo ser humano inocente a la vida"[4].

Igualmente, los Obispos españoles nos enseñan que "la fecundación es precisamente el momento de la aparición de un cuerpo humano distinto del de los progenitores. Ése es, pues, el momento de la aparición de una nueva persona humana (cf. EV 44-45). El cuerpo naturalmente se desarrolla, pero dentro de una continuidad fundamental que no permite calificar de prehumana ni de posthumana ninguna de las fases de su desarrollo. Donde hay cuerpo humano vivo, hay persona humana y, por tanto, dignidad humana inviolable"[5].Foto Inmaculada Concepción

El beato  Pío IX proclamó, en el siglo XIX, como verdad dogmática de fe que desde el primer instante de su concepción, María Santísima fue inmaculada.

 

 

 

[1] Prueba experimental de ello lo dan los mismos progresos de la técnica que han obtenido la fecundación in vitro y desarrollado el nuevo ser en el útero de otra mujer, que no la madre. Técnica --moralmente inadmisible, por cierto-- que demuestra que las características genéticas de este nuevo individuo provienen íntegramente de sus padres biológicos. Es decir, existe ya, en dicho cigoto, indiscutiblemente, un ser humano determinado, hasta punto de que se puede desarrollar hasta su nacimiento normal, incluso fuera de su hábitat natural, como es el seno de su madre (Nota del Autor).

[2] Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración sobre el aborto procurado, 12-13, AAS 66 (1974) 738.

[3] El cigoto es la célula resultante de la fusión de los núcleos de los dos gametos.

[4] Congregación para la Doctrina de la Fe, Instrucción Donum Vitae, 22-2-1987, I, 4.

[5] LXXVI Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española, Instrucción Pastoral La Familia, Santuario de la Vida y Esperanza de la Sociedad, 27-4-2001.

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