“Tengo tetraplejia desde hace 21 años y unos dolores por todo el cuerpo que no consigo calmar. Y cuando se legalizó la eutanasia, me volví como loca y pensé que esa era la solución a mis males. De hecho, hice la solicitud de la eutanasia.
     El encuentro (con el P. Santiago Arellano) duró dos horas, tiempo en el que sucedió el milagro. Se me abrió el cielo. Me habló de Jesús en la Cruz, del sentido del sufrimiento y de que Él me necesitaba para, con mi ofrenda y testimonio, salvar a otros de la muerte.
     Entendí que el mismo Dios me estaba pidiendo ayuda, que me quería, que contaba conmigo. Sentí que tenía sed de mi amor. Yo me veía inútil e insignificante, pero entonces le dije que sí, que seguiría luchando por vivir, que aunque me costara iba a quitar la demanda de suicidio.
     El Señor me ha devuelto la esperanza. Quiero vivir para unir mi sufrimiento al de Jesús y ayudar a otros». Alfa y Omega, 13 a 19 de octubre de 2022, p. 12.