Todo lo expuesto sobre las uniones de hecho se aplica a lo que mal se ha llamado matrimonio homosexual. Sólo puede tratarse de una unión de hecho. Explican los obispos españoles:

"El matrimonio es una institución esencialmente heterosexual, es decir que ´no puede ser contraído más que por personas de diverso sexo: una mujer y un varón. A dos personas del mismo sexo no les asiste ningún derecho a contraer matrimonio entre ellas. El Estado, por su parte, no puede reconocer este derecho inexistente (...)´[1]. Fabricar moneda falsa es devaluar la moneda verdadera y poner en peligro todo el sistema económico. De igual manera, equiparar las uniones homosexuales a los verdaderos matrimonios, es introducir un peligroso factor de disolución de la institución matrimonial y, con ella, del justo orden social". "¿Será posible seguir sosteniendo la verdad del matrimonio, y educando a los hijos de acuerdo con ella, sin que padres y educadores vean conculcado su derecho a hacerlo así por un nuevo sistema legal contrario a la razón? ¿No se acabará tratando de imponer a todos por la pura fuerza de la ley una visión de las cosas contraria a la verdad del matrimonio?"[2]

Esta deplorable ley contó con la fuerte oposición de la Iglesia, de la inmensa mayoría de la sociedad civil (que se manifestó multitudinariamente en Madrid el día 18 de junio de 2005), y con graves reparos del Consejo de Estado, del Consejo General del Poder Judicial, de la Reales Academias de Legislación y Jurisprudencia, y de la Real Academia Española de la Lengua.

 


 

 

[1] Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española, Matrimonio, familia y "uniones homosexuales", nº 13.

[2] Nota de prensa del 1-10-2004.