El lector fácilmente habrá podido observar cómo los grupos de presión contrarios a los valores de la familia y la vida no cesan de predicar sus ideas, de difundir su "moral" materialista y permisiva, de influir sobre las autoridades, de conseguir que se aprueben leyes, usando todos los medios de propaganda para imponer en la sociedad modelos degradadores del comportamiento. Para todo ello, disponen de recursos económicos, que se dirían ilimitados.

En sentido contrario, los defensores de estas instituciones fundamentales, no hacemos esa labor a largo plazo;  somos, en general, omisos y desunidos. Los medios económicos, que abundan en muchas personas que tienen buena formación familiar, raramente se encauzan con amplitud para apoyar las iniciativas en favor de este ideal. Estamos desinformados o tenemos las ideas poco claras. De ahí que ni siquiera nos preguntemos sobre lo que piensan los políticos que escogemos para los cargos públicos, respecto de los temas relativos a la familia y defensa de la vida humana. Elegimos así, más o menos a oscuras, a los que nos deben representar.

Es necesaria, por lo tanto, una acción positiva constante sobre las multitudes, a fin de informarles, explicarles las causas y el sentido de la verdadera familia y su importancia para el bien común y para el futuro de la sociedad. Debemos, aún, prevenirlas contra las transgresiones flagrantes y cada vez más frecuentes contra la civilización y a la moral. Darles una instrucción simple y clara del verdadero orden social y una denuncia infatigable de la acción demoledora que cierto  establishment  impone a través de las modas, de la propaganda, de la televisión, de las leyes, de los tipos humanos, al servicio de un proceso de pseudomodernización.

La palabra "moderno", notemos entre paréntesis, cada vez más se va transformando en sinónimo de extravagancia y degradación moral; de corrupción audaz, que llega a lo inimaginable. Es el caso de la mencionada legalización de las uniones de hecho, de la equiparación virtual entre el concubinato y el matrimonio, del divorcio, del control ilegítimo de la natalidad, de la esterilización, del aborto, del maltrato familiar, de la eutanasia, de la fecundación artificial, de la ingeniería genética, de la clonación y eugenesia, de la "educación" sexual, de la pederastia, de la pornografía, de las drogas, en fin, de toda una avalancha de costumbres que buscan la abolición de la familia hasta sus últimos fundamentos.

Repetimos, sin una acción constante, de largo aliento, cristalina y valiente sobre el público, echando mano de todos los medios de persuasión, desde la acción individual hasta la utilización de las más avanzadas técnicas de difusión, pasando por púlpitos, cátedras, foros y escritos, no se contrarresta la actividad demoledora de la familia. Se trata de enfrentar, estamos seguros, la peor "marea negra" que España ya sufrió.