2.º "La delicada responsabilidad de la educación sexual corresponde principalmente a las familias en cuya atmósfera de respeto amoroso se llegará a una plena comprensión humana y cristiana del significado del amor y de la vida"[3].

 3.º "La educación sexual, derecho y deber fundamental de los padres, debe realizarse siempre bajo su dirección solícita, tanto en casa como en los centros educativos elegidos y controlados por ellos. [...].
En este contexto es del todo irrenunciable la educación para la castidad (...). Esta educación debe llevar a los hijos a conocer y estimar las normas morales como garantía necesaria y preciosa para un crecimiento personal y responsable en la sexualidad humana.
Por eso la Iglesia se opone firmemente a un sistema de información sexual separado de los principios morales y tan frecuentemente difundido, el cual no sería más que una introducción a la experiencia del placer y un estímulo que lleva a perder la serenidad, abriendo el camino al vicio desde los años de la inocencia"[4].

 4.º "Jamás se podrá penalizar a los padres que intenten proporcionar a sus hijos una educación conforme a sus creencias... tienen el derecho a conseguir que la fe de sus hijos sea respetada y protegida"[5].

[1] Los destaques en negrita son nuestros.

[2] Discurso, Al llegar, Bolivia, 13-5-1988, núm. 5.

[3] Homilía en la Misa para las Familias en el aeropuerto de Lhung, Cebú, Filipinas, 19-2-1981, núm. 9.

[4] Exhortación Apostólica Familiaris consortio, 22-11-1981, núm. 37.

[5] Discurso I thank all of you, en Nueva Orleans, Estados Unidos, 12-9-1987, núm. 5.