La educación sexual en los colegios llega a incontables niños, cuyos padres, en su gran mayoría, están dispuestos a dar esa información ellos mismos, directamente, en la discreción de su hogar, cuando la situación psicológica de los hijos lo hiciere aconsejable.

Establecer en los colegios esa información de forma obligatoria y colectiva, es crear para numerosos padres un falso e insoportable dilema entre consentir que esa educación llegue al alcance de sus hijos en edades, circunstancias y a través de personas que muchas veces ellos no consideren adecuadas para este efecto, o adoptar una actitud de "gendarme" delante de los hijos y del colegio. Lo que no puede dejar de colocarlos mal.

Consideremos el caso de niños que no reciben educación sexual porque sus padres no quieren o no se atreven. No faltarán en el entorno de cada familia las personas que estarán dispuestas a dar esa formación, de acuerdo con los padres, o de indicar el mejor medio de obtenerla, por ejemplo, junto al respectivo párroco, a una religiosa o a un educador cualificado.

El problema se transforma en un caso de conciencia por el hecho de que, en muchos colegios, lo que se enseña  a los niños es diametralmente lo opuesto al orden natural, a las convicciones de la casi unanimidad de las familias y al sentido moral y religioso que el niño y los padres tienen.

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