Los Diez Mandamientos son el resumen y compendio más perfecto de la Ley Natural.

Jesucristo vino a la tierra y promulgó la Nueva Ley para el bien sobrenatural de todo el género humano. La Ley Evangélica o Ley del Amor perfecciona el Decálogo y la Ley Antigua en general[1], y nos da los preceptos para nuestra santificación, para la vida familiar y social y para el culto divino.

Nuestro Señor, en fin, constituyó la Iglesia como maestra y defensora de la Ley Natural y de la Ley Revelada en el mundo entero[2]. Ambas son el fundamento de la civilización cristiana.

Así, no se puede dejar de atribuir la mayor importancia a todo lo que diga respecto al reconocimiento, por parte del Estado, de los principios de la Ley Natural, del Decálogo y de la Ley Evangélica.

 

[1] "La Ley evangélica ´da cumplimiento´ (cf.  Mt 5, 17-19), purifica, supera y lleva a su perfección la Ley antigua". Catecismo de la Iglesia Católica, núm. 1967.

[2] "Ningún fiel querrá negar que corresponde al Magisterio de la Iglesia el interpretar también la ley moral natural". Pablo VI, Encíclica Humanae Vitae, núm. 4, 25-7-68.

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