La “empresa familiar” es una de las instituciones más valoradas en su concepción tradicional. Hay estudios que consideran que setenta por ciento de las empresas españolas se clasifican como familiares.

     La empresa familiar fomenta la unión interna de la familia y la familia, por su vez, proporciona a la empresa una cohesión de metas y métodos, una continuidad y una mayor facilidad para enfrentar las dificultades, que nunca dejan de surgir en cualquier empresa.

     A la homogeneidad de costumbres, de gustos, de educación que traen los lazos familiares de los que dirigen o trabajan en la empresa, se suma la transmisión fluida de las experiencias del fundador, que si es exitosa, se debe primordialmente a la noción clara y firme que éste tuvo de las finalidades y métodos de su iniciativa.

     La presencia de hijos, hermanos, sobrinos, etc. facilita el consenso y la comunicación con todos los demás miembros no familiares de la empresa.

     En una empresa con espíritu familiar, se moderan las pretensiones del bien individual, por legítimas que sean, con la valoración del sentido de bien común de todos los que la integran. Se atenúan las tentaciones de autoritarismos que puedan surgir en uno u otro dirigente de una empresa constituida por socios ocasionales, surgidos por el mero interés individual de cada uno. La autoridad paterna o fraterna siempre será más comprensiva que la autoridad simplemente utilitaria.

     La conservación de los bienes familiares es otro aliciente. Es más fácil evitar la dilapidación de las fortunas, que cuando no hay herederos o estos no se interesan por la realización y obra de sus antepasados.

     En suma, la empresa familiar tiene mucho mejores condiciones de ser participativa y acentuar la búsqueda del bien común de todos sus miembros y de la propia sociedad.

     Sin duda, la empresa familiar también favorece la unidad interna de la familia. Los intereses comunes, la bienquerencia natural entre padres e hijos y hermanos se cultiva día a día, si la comparamos con familias cuyos miembros se dispersan en diversas actividades y ciudades. En estas disminuye sensiblemente el interés de conversar y relacionarse, pues sus anhelos y actividades se van inevitablemente distanciando.

     Ahora, nuestro tema son los retos actuales de la empresa familiar y esta visión ideal que fue brevemente descrita, va desapareciendo por varias razones:

     Porque los  modelos de empresa han adquirido un tal dinamismo que esa continuidad familiar, por naturaleza lenta, parece incompatible con los avances vertiginosos actuales. Personalmente creo que si el fundador o dirigente de una empresa tiene realmente una intuición clara y firme de las finalidades y métodos, el ser familiar no tiene por qué ser obstáculo para imprimirle pujanza y creatividad.

     Entre tanto, la principal razón de las dificultades que atraviesa la empresa familiar hoy en día es la crisis de principios y costumbres que afecta a la propia institución familiar. La materia prima de este tipo de empresa es la familia y el espíritu de familia. Si esta materia prima no existe o está deteriorada, no hay forma de constituir con éxito empresas propiamente familiares.

     Como en todos los ámbitos de la vida, nada contribuye tanto a la ruina de las familias, a la ruina de las empresas, a la ruina de cualquier organización, de los partidos políticos, del Estado y hasta de la propia Iglesia, que la corrupción de las costumbres de sus miembros. (León XIII y pontífices sucesores).

     ¿Qué empresa familiar puede funcionar si, por ejemplo, los hijos ya no tienen seriedad, no les interesa el bien común de la familia y están viciados en el exclusive gozo de la vida “ya, total y para siempre” que pregonan los líderes de la revolución cultural y sexual que atravesamos?

     Siento terminar una intervención que debería ser de carácter sociológico y técnico, con una conclusión ética, moral e incluso religiosa. Pero es que nada se construye ni reconstruye sobre cimientos reblandecidos, corroídos, sin consistencia. Así como la mejor costurera no consigue coser un tejido podrido, así con cualquier actividad humana seria.

     En conclusión, sin una sensibilización de la opinión pública para una regeneración moral de la sociedad, ni la empresa familiar, ni la economía, ni la organización del Estado tienen futuro.

     Gracias a Dios, ya son muchas las voces que se levantan en esta dirección y es absolutamente falso que “todo está perdido”.  Pero esto ya sería tema para otra mesa redonda, en que la entidad que represento – S.O.S. Familia - tiene una esperanzadora experiencia.

Fernando Larrain Bustamante

Presidente de S.O.S. Familia

Madrid, 13 de junio de 2014 - III Congreso Regional Familia y Sociedad