Pero no basta una corriente de opinión que se proponga llevar al triunfo este modelo de familia; no basta que las leyes y las instituciones se adecuen a él. Este modelo nunca tendrá plena vigencia ni desarrollará sus frutos, si no se establece una verdadera cultura y civilización cristiana en medio de las cuales florezca la auténtica familia. No prospera un árbol plantado en medio del desierto, por más frondoso y fructífero que sea.

El elemento fundamental de la cultura católica es la visión del universo elaborada según la doctrina de la Iglesia. Esa cultura abarca, no sólo la instrucción, es decir, la posesión de los datos informativos necesarios para tal elaboración, sino también un análisis y una coordinación de esos datos conforme a la doctrina católica. Ella no se ciñe al campo teológico, o filosófico, o científico, sino que comprende todo el saber humano, refléjase en el arte, e implica la afirmación de valores que impregnan todos los aspectos de la existencia.

La civilización cristiana es la estructuración de todas las relaciones humanas, de todas las instituciones humanas y del propio Estado, según la doctrina de la Iglesia.

Al trabajo de reconstrucción de esta cultura y civilización cristiana nos llama recientemente el Papa por medio de la magistral Nota Doctrinal de la Congregación por la Doctrina de la Fe ya citada:

 "La fe en Jesucristo, que se ha definido a sí mismo ´camino, verdad y vida´ (Jn 14,6), exige a los cristianos el esfuerzo de entregarse con mayor diligencia en la construcción de una cultura que, inspirada en el Evangelio, vuelva a proponer el patrimonio de valores y contenidos de la Tradición católica. La necesidad de presentar en términos culturales modernos el fruto de la herencia espiritual, intelectual y moral del catolicismo se presenta hoy con urgencia impostergable, para evitar además, entre otras cosas, una diáspora cultural de los católicos.

[...]. Es insuficiente y reductor pensar que el compromiso social de los católicos se deba limitar a una simple transformación de las estructuras, pues si en la base no hay una cultura capaz de acoger, justificar y proyectar las instancias que derivan de la fe y la moral, las transformaciones se apoyarán siempre sobre fundamentos frágiles"[1].

 

 

[1] Cardenal Joseph Ratzinger, Prefecto y Tarcisio Bertone, S.D.B, secretario de la Cogregación para la Doctrina de la Fe,  Nota doctrinal sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católicos en la vida política, núm. 7, 24-11-2002.